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16.11.09

Breve noticia de Dimas Mas


Conozco a Dimas Mas desde antes de nacer. Antes de nacer ¿quién?, me preguntaría él enseguida. Porque en punto a cuestiones lingüísticas, Dimas Mas es muy puntilloso: le gusta poner los puntos sobre las íes, incluso sobre la Í mayúscula, con lo que afea la estética. Digo que le conocí antes de nacer, porque Dimas Mas es un seudónimo, y a quien yo conocía era a su creador, cuyo nombre guardo a buen recaudo. Creo que era Juan Ramón Jiménez quien se burlaba del uso del seudónimo por los escritores en lengua española. Se preguntaba el genial y superferolítico poeta para qué sirve el seudónimo si todo el mundo conoce el nombre del autor. ¿Azorín? Sí, José Martínez Ruiz. (Y tiene delito lo de Azorín: robar el apellido a un personaje, hurtándole de paso el nombre de pila.) Con el Fígaro que cantaba las cuarenta en la prensa de los años 30 del XIX, pasa otro tanto: Mariano José... Sí, el mismo. El seudónimo de Dimas Mas lo dice todo: aliterativo, lúdico, conyugal. A veces he pensado que el "Mas" debiera llevar llevar acento, para añadirle resonancias cuantitativas, porque lo cierto es que Dimas es Más. Más en todo: pertinaz en la acción, envidiable en la devoción literaria, liberal en la generosidad, universal en sus intereses.
En los ratos que le deja libre la escritura, la persona que sustenta a Dimas Mas se dedica a vivir, y su vida es capaz de llenar muchas vidas. De lo muchísimo que ha escrito, Dimas Mas sólo ha publicado una mínima parte, pero significativa. El próximo día 19, en el IES Milà i Fontanals (Pl. Folch i Torres, s/n, Barcelona, a las 19:00 horas), se presentará su última novela: Marcela y el narrador errante (Nivolilla),  publicada por Ediciones Oblicuas: novela juvenil, de resonancias vagamente unamunianas en el planteamiento. En esta novela, Dimas Mas cuenta una historia sencilla y, a la vez, singular: un domingo, la rutina familiar se ve alterada cuando una voz (delicada, amable, suave, aterciopelada, calma, serena y acariciadora, escribe el narrador) se manifiesta a Marcela, la hija pequeña, para contarle su historia, la de Marcela. Aparece así el narrador errante, personaje invisible cuyo único saber consiste en contar historias. Lo mismo que mi padre, el escritor -dice la niña al narrador errante-, que se pasa la vida en tratos con ellas, aunque nunca nos las lee a sus hijos. La aparición de la voz despierta en Marcela la queja que guarda oculta: su padre, que escribió una historia para su hermano, Lucas, aún no había escrito la que le prometió a ella. Y, lo mismo que en el clásico soneto, Lope de Vega describe cómo se hace un soneto al mismo tiempo que lo va escribiendo, esta novela se escribe a cuenta de una novela pendiente de escribir, y sazonada con unos diálogos transparentes en los que la fronteras entre la fantasía y la realidad desaparece, hasta el punto de que la fantasía se integra en la realidad tangible, tan tangible como puedan serlo las cosas de este mundo, incluidos los personajes novelescos que representan a seres de carne y hueso.  

7 comentarios:

Juan Poz dijo...

Juan Ramón Jiménez se reía de esa pasión por el pseudónimo, pero bien que se cuidó él de que junto a su nombre artístico -puesto que JRJ actuó en su vida artística como un "nom de plume"-, que no apareciera nunca, insisto, "nunca", Mantecón, su segundo apellido, frente al que debió de sentir la misma angustia estética, o mayor, que Azorín frente a Martínez o Valle-Inclán frente a Peña, por no hablar de Gabriele D'Annunzio frente a Gaetano Rapagneta o Neruda frente a Neftalí Reyes. Desgraciadamente sé de qué va el asunto.

zim dijo...

Luis, has coincidido en el tema de la entrada con el blog Un profesor en la Secundaria. Ambos conoceis al autor y ambos hablais maravillas de la novela. Tendremos que leerla.
En cuanto a los pseudónimos, Dimas Mas es cierto que suena juguetón (no he captado a qué te refieres exactamente con 'conyugal') y coincido con Juan Poz en que 'ocultar' el Mantecón era más que obligado (es imposible no reirse ... o casi -a mí es que me cuesta tan poco-). Vamos, que no me extraña nada lo de los heterónimos (¿es lo mismo?), porque yo también sé de lo que hablo.

Javier Quiñones dijo...

¡Qué buena esta nivolilla!, debería recomendarse a todo aquel que quiera saber, un poco a la manera unamuniana, cómo se escribe una novela. ¡Qué bien escribe Dimas Mas! ¿Acaso no merecía más El tesoro de Fermín Minar, novela extraordinaria donde las haya? ¿Y si ese texto en vez de ir firmado por DM hubiera sido firmado por Juan José Millás o por Muñoz Molina, pongo por caso? La suerte literaria no siempre está bien repartida. ¡Qué se le va a hacer...!
Un abrazo, Javier.

Luis Valdesueiro dijo...

Absolutamente de acuerdo contigo, Javier. El tesoro de Fermín Minar es un novelón; afortunadamente, no le faltaron lectores, pero sin duda es una obra merecedora del mayor reconocimiento. Es cualquier cosa menos una novela de aluvión. Y cabe esperar que el paso del tiempo -crítico inflexible- contribuya al reconocimiento del que es merecedora.

Luis Valdesueiro dijo...

En honor a la verdad, Zim, más que una coincidencia con Joselu, tendría que hablar de una consecuencia: yo tenía pensado escribir algo,pero la lectura de la entrada de Joselu me convenció de aprovechar la cercanía de la presentación.
Respecto a lo de "conyugal" es un guiño, y espero que me disculpes si no abunde en ello.
Respecto a los heterónimos, no sé qué decir: según tengo entendido, mientras el seudónimo es la simple adopción de un nombre, en el heterónimo se trataría de adoptar una personalidad distinta. Pero no sé hasta qué punto los heterónimos son, o no son, un bluf. Creo que hay mucha metafísica. (¿Acaso se podría hablar, otro nivel, de los heterónimos de Picasso, para explicar sus distintas, y tan diversas, épocas pictóricas?

Luis Valdesueiro dijo...

Bueno, Poz, no hay que echar cuentas con JRJ. Sabido es que tenía una personalidad muy compleja. Los apellidos vienen dados (y, afortunadamente, ahora es posible cambiar el orden), mientras que el seudónimo responde a una elección. En algunos casos -Neruda-, acaba convertido en el nombre civil. A mi lo que más me intriga respecto a los nombres en general, son los padres graciosillos que eligen el nombre de pila teniendo presente el apellido: si graciosos eran los padres de Plácido Domingo, ¿qué me dices de los padres de Domingo Plácido?

Juan Poz dijo...

Pues lo mismo que el caso extraordinario de una alumna que tuve: Desireé de los Mozos o de un alumno que tengo Ángel Stalin Arias...

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