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7.5.10

"La llama es nacimiento fácil y muerte fácil" Gaston Bachelard y la llama de una vela.

Deudores de la luz eléctrica, ignoramos el misterio de la llama de una vela. Ya las sombras se desvanecieron, acabaron las ensoñaciones en penumbras y el terror se volvió diurno, azote de día o de noche. Olvidado queda en el lejano ayer el zigzagueo de la llama de una vela. La noche era negra entonces (y oscura la noche del alma seca), y nada le hacía sombra. En la nocturna soledad de la casa, una vela, un humilde cabo de vela, abría de par en par la puerta de los sueños mientras el cuerpo proyectaba una sombra esclava en la pared.  Siempre misteriosa, la luz; poético misterio, si hablamos de la luz de una vela.

Quizás sea Georges de La Tour quien mejor supo captar ese misterio: la enhiesta luz que brilla (y tiembla) ante las figuras y les desnuda el alma, la luz que forja un atavío de sombras y esplendores, como en la Magdalena penitente (la de París, Wáshington o Nueva York), o en El recién nacido, entre otros cuadros sorprendentes.

La llama de la vela convoca a los sueños de la memoria”, escribe Bachelard. ¡Los sueños de la memoria! La memoria sueña, sí, incluso cuando cree que recuerda; y a veces solo sueños son tales recuerdos. Frágil, la memoria; mentirosa, siempre.  Y por eso hay que estar vigilante para eludir el engaño que toda mentira intenta. Cuando la memoria sueña -lúcidos sueños o espesas pesadillas- se encarna en ella el anhelo de los cuerpos reducidos a cenizas, los cuerpos que ya dejaron de ser cárcel para el alma. 

LUIS VALDESUEIRO

* * *

La llama convoca a quien vela a apartar los ojos de sus papeles, a abandonar el tiempo del trabajo, el de la lectura, el tiempo del pensamiento. En la llama misma el tiempo se pone a velar.

Ciertamente, el soñador ante la llama ya no lee. Piensa en la vida. Piensa en la muerte. La llama es precaria y pujante. Un soplo la apaga, una chispa la enciende. La llama es nacimiento fácil y muerte fácil. Vida y muerte pueden yuxtaponerse en ella. Vida y muerte son, en su imagen, contrarios que se complementan. Los juegos de pensamientos de los filósofos, cuando llevan la dialéctica del ser y la nada a un tono de simple lógica, llegan a ser, ante la luz que nace y que muere, dramáticamente concretos.

Pero cuando uno sueña más profundamente, ese admirable equilibrio que existe entre la vida y la muerte se pierde en el corazón de un soñador de vela. Qué resonancia tiene la palabra apagarse en el corazón de un soñador, de un soñador de vela. Las palabras sin duda desertan de su origen y retoman una vida extraña, una vida tomada al azar de simples comparaciones. ¿Cuál es el significado principal del verbo apagarse? ¿La vida o la vela? Los verbos, cuando metaforizan, pueden dar movimiento a los temas más dispares. El verbo apagarse puede hacer morir tanto un ruido como un corazón, un amor como un odio. Pero quien desee conocer el verdadero sentido, el sentido primero, debe acordarse de la muerte de una vela. Los mitólogos nos han enseñado a leer los dramas de la luz en los espectáculos del cielo. Pero en el pieza de un soñador, los objetos familiares llegan a ser mitos del universo. La vela que se apaga es un sol que se muere. La vela muere más suavemente que el astro del cielo. El pabilo se curva y ennegrece. La llama ha tomado su opio de la sombra que la abraza. Y la llama tiene una buena muerte: muere durmiéndose.

El soñador de vela, el soñador de pequeña llama, sabe que todo es dramático en la vida de las cosas y en la vida del universo. Cuando se sueña en compañía de la vela, uno sueña dos veces.

GASTON BACHELARD, La llama de una vela. Traducción de Hugo Gola. Monte Ávila Editores, Caracas, 1975.

7 comentarios:

Aa dijo...

Hay una técnica de meditación que se hace con una vela (http://cuerpo-salud.blogspot.com/2009/08/yoga-bioenergetico-meditacion-trataka.html) y que consiste poco más o menos en mirar la llama de una vela sin parpadear -sin pasarse- y cuando finalmente los párpados se vencen se intenta mantener la imagen de la vela presente. Se llama trataka, que en sánscrito es "mirar" y a mí siempre me gustó porque ese resplandor vivo en la penumbra llega a fundirse no me preguntes cómo con el propio ser de cada cual. Se produce como una identificación y la calma.
Ojalá, de acuerdo con tu texto, muriéramos como cayendo en un sueño.
Un abrazo.

Luis Valdesueiro dijo...

Tu comentario, Aa, me ha recordado que yo también, en tiempos lejanos, practiqué ese tipo de meditación.
Una vela está al alcance de cualquiera, pero lo que hace atractivo al pequeño ensayo de Bachelard es que se refiere a antes de la luz eléctrica. Y vivir sin luz eléctrica hoy nos resulta inimaginable.
Me uno al deseo que expresas al final de tu comentario.
Un abrazo.

José Miguel Domínguez Leal dijo...

Una preciosa entrada, Luis. Muy hermosas tus reflexiones sobre la memoria. La vela parece trasladarnos el temblor perecedero del universo. Un abrazo.

sarahv.f dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Luis Valdesueiro dijo...

Gracias, José Miguel. Lo cierto es que el ensayo de Bachelard es un pozo sin fondo de sugerencias.
Un abrazo.

El anterior comentario era este mismo; lo he borrado porque como verás aparece otro nombre (los problemas de compartir el ordenador con la familia y no prestar atención a la hora de publicar).

Anónimo dijo...

Hola. Estoy buscando desesperadamente el libro de G. Bachelard titulado La llama de una vela. He dado casualmente con su página y me preguntaba si tal vez pudiera usted indicarme donde adquirió su ejemplar.
Muchísimas gracias y perdone la intromisión. carlabreut@yahoo.es

Luis Valdesueiro dijo...

Hola. Mi ejemplar es muy antiguo,pero mirando en google he visto que la editorial Monte Ávila, de Venezuela, lo reeditó en 2002. En España lo editó la Editorial Laia en 1989 (y supongo, ya que no conozco la edición, que contiene otros textos, dado el número de páginas). Pero esa editorial ha desparecido. Es lo que le puedo decir.
Saludos.

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