Cuando nuestro sentir gime por los cuatro costados, conviene no saber lo que sentimos. No saber, y evitar así que lo sentido nos venza y azuce sádicamente nuestro dolor.
Lo mismo que hay sentimientos que apenas nos confesamos a nosotros mismos, hay otros en los que nos demoramos con inaudita paciencia, a pesar de que su sordo veneno nos emponzoña el alma.
[Revisión de un texto del Diario de sombras, 13/12/2003, sábado.]
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por tu comentario.
Contestaré si tengo algo pertinente que añadir.