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21.2.12

“Razonamientos de un testarudo” (selección), de Erik Satie

Al escuchar algunas obras de Satie siento como si entrara en un mundo regido por la melancolía: depurada melancolía, sobria y gozosa, con su sabor a lluvia; melancolía dulzona hecha de ensueño y olor a incienso.
Además de componer música a contrapelo, el singular e irreductible Satie cultivaba la afición a escribir. En “Razonamientos de un testarudo”, título de un capítulo de Memorias de un amnésico, se recogen aforismos de tema diverso, y no exclusivamente musical. De ahí proceden los que vienen a continuación; pero antes transcribo unas esclarecedoras palabras de Jorge Fernández Guerra, compositor y director del Centro para la Difusión de la Música Contemporánea. 


En realidad, el papel desempeñado por Satie en varios momentos clave de las vanguardias de París es de tal calibre que sorprende la vacilación que aún sufre su figura en la valoración. Y la clave está en su música, claro. Satie siempre clavó unas punzantes banderillas en la credibilidad del sector musical; su agudeza y su lucidez fueron precursoras de una duda radical sobre los valores del arte que ha sobrevolado el siglo XX. Añadamos una posición moral, legitimada por una pobreza casi militante y de la que no hacía gala cuando paseaba por palacios de grandes mecenas parisienses, y tendremos el esquema de una enmienda a la totalidad de la creencia en el arte como podía percibirse en las sociedades europeas burguesas.
[…]
Las obras pianísticas de Satie (la mayoría lo eran) eran mordaces, cáusticas e irónicas. Se valían para ello de mezclas de estilos y profusión de incrustaciones de música popular, citas, hieratismo que ridiculizaba los modelos trascendentes de la efusión romántica. En suma, su significado hiriente y, digamos, subversivo precisaba de su contexto para definirse. Hoy día (hace mucho ya) ese contexto ha desaparecido y, por tanto, la significación de la música satieniana ha cambiado.

JORGE FERNÁNDEZ GUERRA, “El compositor irreductible”, Revista de Libros, julio-agosto 2010. 



RAZONAMIENTOS DE UN TESTARUDO

Me llamo Erik Satie, como todo el mundo.

***

Cuanto más músico se es, más loco se está.

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El músico es quizá el más modesto de los animales, pero el más orgulloso. Él es quien inventó el arte sublime de estropear la poesía.

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No sé por qué el dinero no tendrá olor, él que puede tenerlo todo.

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Ya no tengo noción del tiempo, ni del espacio; y hasta me ocurre a veces que no sé lo que digo.

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No puede comprender nada de la vida, la mínima cosa le hace soñar.

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El mar está lleno de agua: ¡es para volverse loco!

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No es «moderno» dar una impresión solemne. El último grito pide otra cosa: dar una impresión «imbécil», por ejemplo.

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Acabo de oír a una señora que decía a otra:
«Sabe usted: un perro es más inteligente que una persona.»
¡Qué verdad más grande!

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Si fuera rico, temería perder mi fortuna.

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Como todos los calvos, soy bueno —a ciertas horas, claro—... ¡Qué reflexión más bonita!

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Algunos artistas quieren ser enterrados vivos.

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No tengo mucho interés en ser un maestro: es demasiado ridículo.

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La experiencia es una forma de parálisis.

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Cuanto más conozco a los hombres, más admiro a los perros.

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El Hombre pretende haber sido creado a imagen de Dios.
Es posible, después de todo.


ERIK SATIE
Memorias de un amnésico
Traducción e introducción de Loreto Casado
Madrid: Árdora Ediciones, 2007
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1 comentario:

Juan Poz dijo...

"La experiencia es una forma de parálisis". Forma redonda, acabada, perfecta. A su manera, algo parecido he sentido yo frente a la tragedia: que te deja sin palabras. O de otra manera: que las palabras son incapaces de modificar una conducta voluntariamente irracional.

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