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5.2.12

Un poema de Ricardo Paseyro: “El león de Delos*”

Zumba el sol como un tábano. La tierra
abre sus grietas para que el infierno
reciba fuego. Entre las guijas secas
son ruinas calcinadas las raíces.
Solo señor despierto, solo dueño
de la avenida que a la mar conduce,
alguien, vivo en el mármol, nos vigila.
Es el león, devorador del tiempo.


HACE tres años ya que murió en París, en la plenitud del invierno, el poeta Ricardo Paseyro. Paladín de la Poesía, nunca se arredró ante quienes osaban, según él, mancillarla. Por la poesía peleó sin tregua, y por la poesía cosechó afrentas. Tan elevada era su idea de la poesía, tan claro el fervor que la profesaba, que a muy pocos poetas concedía tal nombre. Por encima de todo, despreciaba a los poetas que, en lugar de servirla, buscaban su propio beneficio. No resulta extraño, pues, que pareciera un anacrónico caballero andante empeñado en salvaguardar la virtud de la Poesía. Su independencia de juicio, atinado o no, le impedía la complacencia con lo que consideraba huera poesía. No olvidaba, pese a todo, que a la poesía se la sirve de muchas maneras, y que el agua es salada en todos los mares. De ahí que admirara a poetas tan disímiles como el desgarrado Vallejo y el Alberti de la primera época; el proteico Jiménez y el inventivo Huidobro; el Unamuno poeta, tan parcamente reconocido, y el Prince des poètes franceses, Jules Supervielle, uruguayo de nacimiento, cuya biografía escribió.

Una burla del destino hizo que su último libro
–una recopilación de ensayos: Poesía, poetas y antipoetas, Siruela, 2009– llegara a las librerías el mismo día en que era enterrado en el  cementerio parisino de Père-Lachaise.


* “El león de Delos” es un poema de El alma dividida (Madrid: Índice editorial, 1981). Ese libro está recogido en Poesías completas (Madrid: Biblioteca Nueva, 2000). 


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